Ariadna, La Señora del Laberinto.
El Laberinto de Creta es, en la mitología griega, el laberinto construido por Dédalo para esconder al Minotauro.
Muchas son las representaciones laberínticas halladas en la Antigüedad, pero tratándose de mitología clásica, el gran Laberyntos es sin duda el cretense, famoso por su prodigioso habitante: El Minotauro.
El Laberinto ha ejercido una gran atracción sobre el alma humana. Símbolo de la Iniciación o como protección mágica contra la influencias maléficas. La palabra laberinto procede del griego labyrinthos, que, según la mitología de la Grecia clásica, fue un palacio construido por Dédalo en Knossos (Creta) para reducir al Minotauro, lugar lleno de recovecos y de difícil salida.
«Los laberintos fueron lugares privilegiados de la iniciación de los muchos cultos antiguos. Restos de estos laberintos místicos se han encontrado entre los indios americanos, hindúes, persas, egipcios y griegos «.
Manly P. Hall, Las enseñanzas secretas de todas las edades
Minos, rey de Creta, poderoso como rey y también como mago, tomó por esposa a Parsifae, hija de Helios (el Sol), hermana de Circe y tía de Medea. Fue criada en la Cólquide, tierra de hechiceras y, casada con Minos, fue reina de Creta.
A manos de Minos llegó en una ocasión un toro bellísimo, de blancura inmaculada, de largos y perfectos cuernos. Poseidón (Neptuno para los romanos) deseó que Minos le ofreciera ese hermoso ejemplar, tributo para su poder, pero el rey se negó. Ofendido, ideó entonces una complicada estratagema. Ayudado por Afrodita, que tenía cuentas pendientes con Helios, padre de Parsifae, inculcaron en la reina una pasión irrefrenable por el animal. Parsifae sólo pensaba en unirse a la hermosa bestia y llamó a Dédalo, el genial inventor y arquitecto ateniense, que por problemas con la justicia había ido a vivir a Creta, poniéndose al servicio de Minos.
Parsifae le comunicó su deseo y Dédalo ideó una vaca mecánica tan realista que parecía natural. Parsifae se metió dentro y así fue como se consumó la unión entre la Reina-Maga y el Toro Blanco, todo él lleno de poder lunar. De ella nació una criatura con cuerpo humano y rabo y cabeza de toro de increíble crueldad y voracidad. El Minotauro, o Toro de Minos.
Vivía en Minos un refugiado de Atenas llamado Dédalo el Inventor, quien fue llamado a presencia de Minos para construir una prisión en la que alojar al Minotauro. Lo que Dedalo concibió fue el laberinto, un enorme laberinto circular que conducía a un punto medio. En este punto se encontraba el templo en que moraba el ser.
Se construyó este laberinto de tal manera que a quien entraba le resultaba imposible encontrar la salida. Esto servía para encarcelar al Minotauro pero también para atrapar a sus desventuradas víctimas, pues después de entrar ya no podían escapar. el Minotauro exigía
El Laberinto es un símbolo presente en numerosas culturas y que perdura a través del tiempo, simbolizando iniciación espiritual, búsqueda interna y puede interpretarse como un espacio de peligro o de protección, ya que al mismo tiempo alberga y encierra el peligroso monstruo, obligándonos a enfrentarnos a él y también no permitiendo su salida.
Existen muchos tipos de laberintos, los llamados «multicursales», que pueden estar diseñados en forma de árbol ramificado o de red y que permiten elecciones y también nos llevan a callejones y zonas muertas.
El Laberyntos cretense es de un tipo diferente. Es un laberinto de Semilla, es decir, desarrollado desde un centro único. Y es «unicursal», con una sola entrada y que no permiten elección durante el recorrido y una única salida, a través de la misma entrada. Un Origen y un Fin único que se encuentran formando un Infinito.
Está formado por siete vueltas que hay que recorrer obligatoriamente a través de un camino único que conduce al centro. Evoca los siete planetas antiguos, los días de la semana y con resonancia oriental, nos lleva a la idea de los siete Chakras, camino completo y alineado que, sin embargo, a través de la evolución personal, puede convertirse también en laberíntico, dependiendo de los movimientos energéticos internos y externos.
El Siete es un número completo, metáfora de la ascensión de la materia, considerado por los numerólogos como un número de alquimistas y de magos.
En el mito griego la Señora del Laberinto es la princesa Ariadna, de linaje de Dioses y de poderosas magas y que tiene en su mano la solución a este enigma en clave Siete: el Hilo, que al recorrer los corredores del Laberinto se convierte, a su vez, en un diseño del mismo. El Hilo de Ariadna nos brinda ni más ni menos que un mapa de un camino que no necesita guía, porque es único y está pensado para ser experimentado desde la aceptación del Destino y la Misión.
El Laberinto es la única respuesta, la única realidad y guarda en sí mismo el problema y su solución. Porque es precisamente eso, Semilla, Origen y Fin en Ciclo Completo. De un lado del Hilo está el Minotauro, la bestia, el horror, la muerte, el problema tan temido. El Caos. Del otro está Ariadna, que es belleza, serenidad, valor, buena lógica. Es Solución.
Minos clama venganza por el maltrato que los atenienses dan a su hijo Androgeo y dominando la ciudad, exige periódicamente el tributo de jóvenes y muchachas para apaciguar la voracidad del Minotauro. Es entonces cuando Egeo envía a Teseo. Y la princesa Ariadna se enamora de él.
La princesa enamorada del extranjero y dispuesta a romper con su familia para ayudarlo es un mitema, que aparece también en el ciclo de los Argonautas, con Medea. Representa la capacidad y el deseo de cambio y renovación, de romper tradiciones a partir de la ruptura de los lazos de sangre. Y estos gestos siempre parten de mujeres poderosas e independientes.
Pero Ariadna es muy distinta de su prima Medea. No hay en ella magia oscura, ni odio ni inclinación al crimen. Ariadna es un prototipo de discreción, inteligencia y recursos, sin búsqueda de daño alguno. Ariadna, como toda joven casadera bien educada, es una virtuosa del telar. Y es precisamente esa su herramienta. La princesa cretense entrega al héroe griego un ovillo de hilo de oro muy fino y resistente. Y gracias a él, Teseo se adentra en el Laberinto, encuentra al Minotauro, lo abate y consigue salir, porque de no morir a manos del monstruo, la muerte segura está en la imposibilidad de encontrar el camino de salida.
Como siempre, tenemos varias versiones del mito. Según alguna, muy antigua, Ariadna no entregó a Teseo ningún ovillo, le enseñó una secuencia de baile, unos pasos que le permitieron salir del Laberinto. Según otra versión, la verdadera guía de Teseo fue, como sucede a menudo con los Héroes, Pallas Atenea, siendo Ariadna solamente un trofeo. En todo caso estamos ante una Diosa tejedora, asociada a mitos como el de Aracne, lo que, bajo otra personalidad, nos llevaría de nuevo a la Ariadna del ovillo. Es posible que Ariadna fuera, incluso, una de sus sacerdotisas.
En algunas versiones del mito la verdadera guía de Teseo es Atenea y Ariadna es el símbolo de victoria, el trofeo.
En todo caso estamos ante otra Señora del Laberinto, como Diosa de la mente analítica y maestra de las tejedoras, que tienen el arte y el poder del Hilo.
Puede que Ariadna fuese sacerdotisa de Atenea, ya que su actitud es muy distinta a la de las mujeres de su linaje. Ariadna abandona Creta con Teseo, pero esta pareja no tendrá un final feliz. Eso no supuso para ella un destino mejor en vida, ya que fue abandonada por Teseo.
Las versiones son variadas, pero generalmente se habla de que Teseo abandona a la princesa en la isla de Naxos, haciéndola muy desgraciada. Pero es descubierta por Dioniso (Baco) que fascinado por su belleza y sereno carácter, la hace su esposa.
Es amada por Dioniso y por todos los Dioses y alcanzó la inmortalidad pasando al mito y a los arquetipos como una mujer valiente, que supo oír a su corazón, romper con las ataduras de su familia y brindar una solución desde la inteligencia, la buena lógica y la serenidad. Hay varias versiones del mito de las bodas y la muerte de Ariadna y según alguna versión muy hermosa, Dionisos baja al Hades para rescatar a Ariadna y a su madre Sémele.
En todo caso, finalmente la princesa cretense siempre gana la inmortalidad, estando representada en el Cielo, como otros héroes, en la constelación de la Corona Boreal, conjunto de estrellas de armoniosa y discreta belleza. La misma que caracteriza a esta inteligente, metódica y hermosa inventora de la introspección personal.
El Minotauro representa en el mito un castigo y una plaga desde su origen.
Es probable que la reina Pasífae fuera una sacerdotisa de la luna y la encarnación de lo sagrado femenino, y que su cópula con un sacerdote, disfrazado de toro para representar lo sagrado masculino, fuera la representación de un ritual que ha sido considerado un misterio sagrado desde el alba de la humanidad: un ritual de la unión de las energías masculina y femenina, necesario para el equilibrio de la vida en la tierra.
Por consiguiente, la historia de la concepción de Minotauro está envuelta en el misterio, pero sabemos esto: existió como una combinación de lo humano y lo divino, y el resultado fue tan milagroso como terrible.
El Minotauro representa lo animal peligroso y destructivo. Al contrario de otros seres fantásticos, como los centauros, las sirenas o los faunos, que tienen de animal su parte inferior, siendo cabezas humanas pensantes, el Minotauro, por el contrario, posee un cuerpo humano gobernado por un pensamiento animal. Representa desde el punto de vista griego la semilla de lo instintivo y caótico, inasequible a la razón. El peor de los horrores para una civilización que hizo de las cualidades de la mente su ideal absoluto.
El Minotauro es el peligro, el mal y también, de un cierto modo, una víctima. Ajeno a su condición, de la que no ha sido causante, es el resultado de una unión maldita y él mismo, desde el Laberinto en el que está siempre confinado, añora la libertad de la que gozan otros seres y que él nunca ha conocido.
FUENTES:
- Wikipedia
- Biblioteca digital mundial
- Manly P. Hall, Las enseñanzas secretas de todas las edades
- DICCIONARIO DE SÍMBOLOS de Juan Eduardo Cirlot, ed. Siruela
- DICCIONARIO DE LOS SÍMBOLOS de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, ed. Herder
- DICCIONARIO DE SÍMBOLOS Y MITOS de J.A. Pérez-Rioja, ed. Tecnos
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