Sard significaba sandalias o pasos en griego; las mismas alpargatas de tiras y fibra vegetal que usamos, aun hoy, para bailar sardanas o ir de romería. Sardana significa danza de pasos dedicado a Ana, la Madre que nutre. Sard significaba sandalias o pasos en griego; las mismas alpargatas de tiras y fibra vegetal que usamos, aun hoy, para bailar sardanas o ir de romería. Sardana significa danza de pasos dedicado a Ana, la Madre que nutre.
La sardana es un baile mas de aquellas danzas ancestrales paganas circulares dedicadas al Sol y la Luna. Pero para poder mantener esta danza al sol, tuvo que homologarse sus pasos y música a los deseos del clero. La palabra sardana aparece por primera vez en un documento del siglo XVI relatando la prohibición que se hicieron los jurados de Olot el 5 de agosto de 1552 al considerarla, al igual que otras danzas de la época, un baile “deshonesto”.
Sardana “La Santa Espina”
Hay varios autores, entre ellos Josep Pella i Forgas, que hablan de estos orígenes anteriores; Sebastián Bartrina, con motivo de una Ponencia presentada en la «Asociación de Orientalistas», escribió: «Las narraciones de las danzas en círculo corresponden de lleno a la cultura anatólica» es decir, “la tierra origen de la diosa Ana”, y también: «es conocido que los modos musicales bizantino y griego vienen de Anatolia», concluyendo con: «de hecho, el pueblo ibérico de las costas catalanas conoció danzas rítmicas afines a la sardana»
Los iberos, en toda la península, tanto hombres como mujeres gustaban del baile y de la música. Tocaban diferentes flautas, panderos y arpas en las ceremonias y festividades. Las danzas circulares eran otra forma ancestral de representar los ciclos. El poblado se reunía al atardecer para celebrar el día bailando, al sonido del tamboril y la flauta. Los danzantes, un hombre al lado de una mujer, se cogían de la mano, marcaban el paso del ciclo solar diario. Compaginaban compases de cortos con los brazos hacia abajo, la noche y compases de largos con los brazos en alto, el día.
Era un baile de agradecimiento a la diosa, de reencuentro, de alegría y relajación de la jornada. Había variantes para festividades especiales que incorporaban también el ciclo lunar que bailaban solo mujeres: Los hombres celebraban sus éxitos de caza formando anillos y espirales entre ellos que escenificaban la persecución y la captura.
En el solsticio de verano, se festejaba danzando durante toda la noche alrededor de una hoguera y en el solsticio de invierno, se reunían las familias alrededor de un árbol, tal como se sigue haciendo en San Juan y en Navidad.
“La música en la Iberia Antigua: de Tarteso a Hispania” es el título de una investigación realizada por Ángel Román Ramírez, resultado de casi diez años de trabajo, cuyo principal objetivo es rescatar del olvido los diversos documentos arqueológicos, iconográficos, epigráficos y literarios que se refieren al fenómeno
Documental realizado por Ángel Román Ramírez (Musicólogo), basado en el libro “La Música en la Iberia Antigua: De Tarteso a Hispania”, publicado por la Editorial Círculo Rojo (El Ejido, Almería), 2012.
Selección de imágenes relativas a la música de la Península Ibérica durante la antigüedad, desde alrededor del siglo XII antes de Cristo hasta la época del dominio romano. Estelas funerarias, monedas y otros objetos decorados demuestran la existencia de instrumentos de cuerda cuya antigüedad se remonta a más de 1000 años previos a Cristo.
La composición musical, titulada “Poema Sinfónico nº 11”, es de Ángel Román Ramírez (copyright de 2013, bajo Licencia Creative Commons 3.0).
Estela funeraria de Loulé (Faro, Portugal) con escritura tartésica o sudlusitana. Inscripción sepulcral, en la que un hombre desea que su mujer disfrute de una nueva vida llena de esperanza.
Música original: “Syagrius”. Compuesta por Benjamin Simao TriNox Samoni © 2012.
Voz: Ángel Román Ramírez.
Liras, Flautas y Percusión: Benjamin Simao TriNox Samoni.
Texto:
ABA KU BA
NKISSON DU OR
KUAI EMA
OBUBA DO KUM
KUR KUNA BA
KU BA