La fascinante y a la vez inquietante Luna, único satélite natural de la Tierra, alimenta mitos y leyendas desde hace milenios, y sigue haciéndolo hoy en día, casi medio siglo después de que el hombre consiguiera pisar su superficie.
El ser humano es un animal diurno. La Luna es inseparable de la noche y de los temores que hace surgir. Cuando la Luna sale de su fase oscura hacia el término de la tercera noche, genera en un nivel simbólico profundo, la sensación de que la vida puede continuar, si no para el cuerpo, para el alma. Cuando está llena, da la impresión que tiene más poder. Las brujas y hechiceras invocan a la diosa de la Luna en las noches de Luna llena, para mejorar sus poderes mágicos.
La luna está presente y es determinante en cada uno de los momentos de la vida del individuo ancestral, especialmente en cada uno de los ritos de paso: concepción, nacimiento, casamiento y muerte. Los padres que deseaban tener un niño, mantenían relaciones sexuales durante la fase creciente de la luna, y los que deseaban tener una niña, las mantenían durante la fase menguante.
La luna evoca lo tenebroso, y alude además el conocimiento conceptual. Al relacionarla con Jano, divinidad de las puertas y los accesos, de los puntos cardinales y los comienzos, este astro se transforma en puerta del cielo y del infierno, se la asociará con Hécate, divinidad de las encrucijadas y antigua diosa madre que quedó reducida a sus aspectos oscuros, seguida de perros negros. Hécate es temida como Señora de las enfermedades y su asociación con la muerte. Diana, tiene asociación con el sol, por eso es el aspecto positivo de la luna, el cosmos que se hace visible por el punto cardinal en que el sol sale.
Señor de los Muertos y Primer Ancestro
En mitología, la luna es el primer muerto, pero también el primer muerto resucitado. La luna, es por lo tanto, medida del tiempo y promesa explícita de eterno retorno.
Dícese que la luna es el primer muerto: durante tres noches, la luna desaparece del cielo, pero al cuarto día renace. Similarmente a la manera en que ella desaparece y luego vuelve a aparecer, se cree que los muertos acceden a otro tipo de existencia. Por ser la Luna el primer muerto, la señora de la muerte, es también el país de los muertos. Es decir, la Luna es psicopompa.
El hombre ha creado una suerte de correspondencias simbólicas que se volcaron en los mitos, por ejemplo el mito del primer muerto; la Luna como primer muerto. En cierto sentido, este astro (según la mitología), fue el primero en morir simbólicamente hablando, si lo pensamos desde la observancia del mundo natural, incluidos los astros.
El primero en morir en la tierra es el Ancestro, del que muchas veces se guarda memoria. El paralelismo entre ese primer ancestro y la Luna hizo que a un nivel mitológico se lo concibiera morando en ella. Desde allí él podría, según la cultura de la que hablemos, continuar guiando y rigiendo a sus descendientes en la tierra.
Algunas veces, de la Luna se dice que ella misma es el ancestro de la tribu, esto da una pauta clara de la antigüedad del culto lunar. Está en el origen de las creencias de la muerte y de la resurrección.
Hay una relación establecida desde antiguo entre ciertas divinidades lunares que tienen a su vez un rol en el plano ctónico y el funerario: Perséfone por ejemplo. También se nos habla de la morada inmortal en la luna después de la muerte terrenal, aunque, dependiendo de los pueblos de los que hablemos, hay cierta selectividad en cuanto a quiénes morarán en ella: suelen ser reyes y héroes, o personajes muy sabios.
Osiris, como la Luna, es el primer muerto que resucita. Osiris e Isis eran considerados como los ancestros de los reyes de Egipto a lo largo del Período Dinástico, y Osiris más tarde se transformó en el gran ancestro de Egipto, con quien los egipcios esperaban encontrarse en la hora de su muerte.
La miel formaba parte de los ritos a los muertos. Muerto Alejandro Magno, fue trasladado de Babilonia a Macedonia en un recipiente lleno de miel y el cadáver se conservó intacto. Hay abundantes vestigios y hechos en la historia de la humanidad donde la miel a sido utilizada como alimento, medicina y conservante de productos perecederos.
En India, se ha llevado esto a puntos muy altos de desarrollo, no sólo mitológico sino también metafísico. La Luna es “el hogar de nuestros ancestros” dice el Kaushitaki Upanishad, que es una de los cinco upanishads más antiguos. En el caso de la mitología de la India, es llamada el “Lugar de los Padres o Ancestros”, y allí se dirigen todos aquellos que están destinados a renacer nuevamente en este mundo, atados al samsara o ciclo de nacimientos y muertes, siguiendo la ley del karma. El Dios Siva, es un dios de transformación, y por eso aparece con una media luna en su cabeza.
En algunos mitos, como por ejemplo entre los Arunta de Oceanía, la Luna era originalmente la primera persona que habría vivido en la tierra y que, cuando murió, habría ido directamente al cielo transformándose en una luminaria. Desde un punto de vista mítico, un pueblo o tribu “equis” puede ser equiparada a la raza humana, se asume que son lo mismo dado que los mitos de cada pueblo los ubican en el “centro del mundo”, en ese “omphalos” por el que pasa el axis mundi en el que se articulan tanto el tiempo como el espacio, así como los diferentes mundos y órdenes de realidad. Esto hace que cada pueblo se considere el primero en nacer en la tierra y de ellos descenderían todos los demás.
Los incas creían que ellos descendían de la unión del sol y la luna. Ambos, hermanos, unidos para fundar la línea real en Cuzco, que todos saben quiere decir “ombligo”, que según la cosmología Inca es el centro del mundo.
Los Bushmen de Africa llaman a la Luna el “Gran Jefe” y “Nuestro Abuelo”. Los Algonquinos la llamaban Diosa Abuela Aatensic. Era una costumbre alrededor del mundo, levantar al recién nacido para presentárselo a la Luna ya que ella era el Ancestro, se le estaba mostrando a un nuevo descendiente, y además se ponía en evidencia la herencia lunar. En la India, se la llama Candra, otras veces Soma, y era un ancestro de la raza lunar de los reyes, de los cuales Krishna, el octavo avatar del dios Vishnu, descendía. También los Burundi de Africa creían que sus reyes derivaban de ella como Ancestro y que a ella volverían cuando murieran. Hasta Gengis Khan (1167-1227) trazaba su ascendencia hasta un rey que había sido concebido por un rayo de Luna. En muchos lugares también cumple la función de juez de los muertos. El dios Yama, que originalmente fue el primer muerto en la antropogonía de la India, y a la vez el primero que abrió camino para los que vendrían detrás de él, era también juez de los muertos. En las varias divisiones que se hacen del panteón indio, hay una que los separa por pertenencia al astro solar o al lunar. Yama pertenece a la Luna, igual que Siva. En tanto ojo del cielo, la Luna es para los esquimales, la que asegura que los tabúes tribales sean respetados, aunque hay algunas variantes en que esta función la cumple un espíritu-lobo, aliado de la Luna.
En Grecia, Demeter era llamada “dadora de la ley” o thesmophoria, y en Atenas los muertos eran sus niños o Demetreoi. Recordemos que el Sueño, Hypnos, es en Grecia el hermano de la Muerte, Thanatos y que ambos son hijos de la diosa Noche. Los muertos se asemejan a los vivos cuando duermen, pero también, y tal vez, porque el dormir trae sueños, y los sueños corren el velo entre los mundos de los vivos y los muertos, entre el pasado, el presente y el futuro.
Para el que duerme, muchas veces el muerto se hace visible del mismo modo en que la Luna hace luminosa la noche. Es el dios Hermes, como Psicopompo, el que puede guiar a las almas en el reino de la muerte. Hermes con su vara de serpientes entrelazadas lleva a las almas a través de la frontera entre la vida y la muerte, a la manera de aquél que fue alguna vez un dios lunar, él mismo. Ni Hypnos ni Thanatos pueden proveer de un ritual para entrar en ese ámbito. Fíjense que Hermes nace en una cueva el cuarto día del mes, el primer día de luna creciente después de los tres días oscuros, y lleva un cordero sobre sus hombros como aquél encargado de incrementar el ganado, la fecundidad de los rebaños.
Hermes en Arcadia se lo honra junto a los manantiales y hay pilas de piedras que señalan el camino hacia el próximo manantial o arroyo. Sus epítetos lo vinculan a la noche: “nuxios”: “el de la noche”, “opopeter”: “aquél que ve en la noche”, o también “compañero de la noche negra” como lo llamaba Apolo. También se lo llama el “Matador de Argos” o “Argeiphontes”. Argos bien puede ser un antiquísimo remanente de un dios de la Luna menguante. Argos custodiaba a Io, que fue convertida en Luna-Vaca por Zeus a pedido de Hera. Pero a pedido de Zeus, Hermes pone a Argos a dormir con la música de su flauta y así lo mata liberando a Io. Si Argos fuera un remanente de un dios de la luna menguante, es posible que, haciendo otra lectura, Hermes en tanto dios de la Imaginación, liberara la intuición lunar que estaría representada por Io.
Otro nombre de Hermes es ”Propulaios” o “en el portal” se refiere a aquél que está en el portal del mundo subterráneo, en el umbral, mejor dicho, entre los mundos divino y humano, que es el lugar por excelencia de la transformación. Por eso su sombrero tiene dos colores, negro y blanco para indicar que mora en las alturas luminosas y en la oscuridad del mundo subterráneo. En cada Luna Nueva (oscura), Hermes junto con Hécate, que es otra guardiana de los portales y las encrucijadas, son honrados con ofrendas, pasteles, con la esperanza de que concedan un mes con buena fortuna.
En las doctrinas maniqueas y gnósticas, la luna es considerada como bomba de almas: durante el período creciente las almas de los muertos se elevan hasta ella, que las aspira; luego, cuando mengua, son enviadas otra vez.
VER: La luna encantadora y la muerte.