Ocultismo en la Epoca Victoriana

La fascinación por el espiritismo y los fenómenos psíquicos alcanzó un punto alto en Gran Bretaña a finales del siglo XIX. 

La época victoriana  fue una época de exploración, no solo del mundo visible si no también de lo que se ocultaba a los ojos. Fue una época dorada de creencias en fuerzas y energías sobrenaturales, con historias de fantasmas, comunicaciones con el más allá y fenómenos espeluznantes.

Una gran diversidad de personas durante ese período compartieron la fascinación por lo sobrenatural. Se formaron organizaciones para tratar el tema y se llegó a patrocinar una prensa especializada que sirvió para dar a conocer las actividades de los círculos espiritistas de todo el país.

Y os preguntaréis: ¿Cómo pudo pasar algo así?

El centro de  todo era el pujante y poderoso Reino Unido y su reina,Victoria de Hannover (1837-1901). Su reinado, de 63 años, puso nombre a la época victoriana, asociada al puritanismo, pero nada más lejos de la vida privada de la reina Victoria.

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John Brown sujetando el caballo de la reina Victoria Autor de la fotografia: George Washington Wilson (1823-1893)

El Espiritismo de la Época Victoriana

Se trataba de una doble moral, y llena de contradicciones.

Cuando ascendió al trono Victoria, Reino Unido era aún en esencia una potencia agraria y rural. Las personas  todavía se movían al ritmo del caballo y de la fuerza del viento. La semilla del misterio estaba en desarrollo y se necesitaron algunos cambios sociales para que su ramificación se produjera en todas las esferas de la sociedad británica. El principal, la revolución industrial, que generó una nueva clase media que se manifestó en mudanzas masivas desde las zonas rurales a diversos pueblos y ciudades

Los victorianos se sintieron atraídos por todo lo sobrenatural. Se deleitaban con historias de fantasmas y cuentos de hadas, y con leyendas de dioses extraños, demonios y espíritus; con pantomimas y extravagancias llenas de maquinaria sobrenatural; con hilos góticos de cadáveres y vampiros reanimados. Incluso las famosas novelas realistas estaban llenas de sueños, premoniciones y segundas intenciones.

Inglaterra se ha distinguido por mucho tiempo en tener abundante literatura llena de fantasmas y aparecidos –todavía hoy hay quienes aseguran haber visto un espectro recorrer los pasillos de Buckingham, presuntamente el de Ana Bolena, una de las esposas que Enrique VIII mandó decapitar– por lo que no extraña que las prácticas espiritistas se desarrollaran con fuerza incontenible a fines del siglo XIX.

Incluso en la actualidad, los ingleses siguen apreciando mucho sus leyendas de espectros y sus mansiones encantadas. Una de ellas es la Rectoría de Borley, Essex, que llaman “la casa más embrujada de Inglaterra”. La Rectoría se construyó en 1863 sobre las ruinas de un monasterio benedictino del siglo XIII. En ella se instalaron el reverendo Henry Bull, su esposa y sus catorce hijos.

Según la leyenda, difundida desde el momento en que se construyó la Rectoría, en el monasterio tuvo lugar un acto vergonzante rechazado por la sociedad: uno de los monjes huyó con una monja. Los fugitivos fueron capturados junto con el chófer de la carroza en la que intentaron escapar. El monje fue ahorcado, el chófer decapitado y la monja encapsulada viva en las paredes del monasterio. Según la creencia popular, de los tres fantasmas, la monja es la que se aparece con más frecuencia. Concretamente, cada 28 de julio realiza un recorrido por el exterior de la casa (la propiedad se quemó en 1939) que se conoce con el nombre del Nun’s Walk (paseo de la monja). Incluso en la actualidad numerosos curiosos acuden cada 28 de julio para intentar fotografiar al famoso espectro.

La historia encaja perfectamente en la clásica tradición del fantasma victoriano: la monja condenada a vagar eternamente pagando por el pecado de una unión carnal prohibida por Dios, un secreto inconfesable que terminó siendo descubierto. En el castillo de Glamis, en las Tierras Altas Escocesas, según la leyenda, aparece una Dama de Gris, Lady Glamis, que fue acusada de practicar la brujería y quemada en la hoguera en 1537. Se trata, por tanto, de otra “alma en pena” castigada por desafiar a la sociedad yendo contra lo establecido.

El fantasma de Mary Stuarts, reina de Escocia, según la creencia popular, camina por el Castillo de Hermitage. Los protestantes decían de ella que era bruja y que sabía hacer conjuros. Realmente, era rechazada por ser católica y constituir una amenaza para la reina de Inglaterra, su prima Elizabeth. Durante mucho tiempo los católicos conspiraron para destronar y asesinar a Elizabeth, que era protestante, y subir al trono a Mary. Ésta no reconocía a su prima como verdadera reina y creía que ella debía ocupar su lugar. Finalmente, fue acusada de traición y Elizabeth ordenó que fuese decapitada. Evidentemente, nos encontramos, una vez más, con un fantasma que en vida desafió las reglas establecidas llegando, incluso, a conspirar contra una reina.

En época victoriana era costumbre común pasar la velada de Nochebuena sentados al calor de la lumbre escuchando y contando historias de aparecidos, siguiendo la tradición oral.

En La historia de los fantasmas: 500 años buscando pruebas, de Roger Clarke, se explica cómo las descripciones de estos eventos fueron in crescendo y se dice que su surgimiento fue anterior a la llegada de Victoria al trono. Ya en 1553, cuando los ejércitos protestantes quemaron una mansión con una familia en su interior porque habían cobijado a María, la hija católica de Enrique VIII, las historias de almas en pena se hicieron carne luego de que extraños fenómenos comenzaron a suceder en el hogar reconstruido. Otro relato muy popular sucedió casi un siglo después, en 1642, días antes de la Navidad, cuando un grupo de pastores aseguró que vieron espectros de la guerra civil inglesa batallando en los cielos.

Sin embargo, no era simplemente una cuestión de historias y narraciones, ya que el mundo material en el que habitaban a menudo parecía sobrenatural. Las voces sin cuerpo por teléfono, la velocidad sobrehumana del ferrocarril, la comunicación casi instantánea a través de los cables del telégrafo: el colapso del tiempo y la distancia con las tecnologías modernas que estaban transformando la vida cotidiana a menudo se consideraba extraño.

La era victoriana fue una época de opresión y puritanismo, una época oscura llena de normas sociales y donde las apariencias lo eran todo. En aquella época, un gran número de personas admitieron que tenían contacto con los espíritus del más allá, y además atrajo a personas de todas clases sociales, incluida la propia Reina Victoria, quién junto con su esposo el principe Alberto, participaba en diferentes eventos espirituales a mediados del siglo XIX.

La sociedad  estaba sometida a una rígida moral basada en la represión del instinto, el pudor, los prejuicios sociales y la apariencia. Las historias de fantasmas victorianas reunían todos esos valores. El honor familiar era esencial, de modo que los miembros de la familia, sobre todo las mujeres, debían comportarse siempre como estaba establecido.

 La propia reina Victoria pasó la mayor parte de su vida de luto, tras la muerte de su esposo, Alberto de Sajonia, en 1861. La muerte de su marido fue un golpe tan duro para ella que cayó en una fuerte depresión que la apartó de la vida pública durante un tiempo. Aunque después de la muerte de su esposo, la reina recibió un mensaje suyo por medio de un niño de trece años que vivía en Leicester.

A los ojos de su pueblo, la pequeña «viuda de Windsor» era una patética y desconsolada figura. La realidad era muy distinta. Aunque Victoria era invisible, su necesidad de controlar a sus hijos y  su imperio era casi enfermiza. Creó una red de espías e informantes que la mantenían al tanto de todo lo que era de su interés.

El rígido ambiente de “buenas costumbres” y estricta disciplina , de la que reina Victoria y el príncipe Alberto habían dado ejemplo,  haría aún más difícil manejar la tensión emocional de la sociedad britanica. La fuerte exacerbación de la moralina  harían tabú ciertos temas que se manejaban en el mayor de los secretos y oscuridad.

Victoria logró recuperar el ánimo gracias a un guardabosques llamado John Brown, con el que vivió una larga aventura amorosa en el castillo de Balmoral, en Escocia. En otoño de 1865, en la residencia campestre de la duquesa de Atholl, Brown ocupó una habitación contigua a la de Victoria, un detalle que pronto corrió como la pólvora por los más refinados salones de Londres.

En la década de 1860, el espiritismo se convirtió en parte de la subcultura victoriana con sus medios, periódicos especializados, folletos, tratados, sociedades, sesiones privadas y públicas que incluían la inclinación de mesas, la escritura automática, la levitación y otras comunicaciones con los espíritus.

Un sector de la sociedad victoriana pensó que los vivos podían comunicarse con los muertos a través de un médium que poseía un don sobrenatural que exhibía durante unas sesiones que solían costar una media de una guinea por cabeza, lo que era bastante dinero.

A los victorianos les encantaban las historias de fantasmas y los cuentos de hadas, además de las leyendas de dioses, demonios o espíritus; también disfrutaban con las historias de vampiros y otros seres del mundo sobrenatural. Por eso, no es de extrañar, que toda la parafernalia que tenía que ver con el espiritismo triunfara.

Entre las razones a destacar se encuentran el aburrimiento de las clases altas británicas, pero hubo otra más grave: los casi 40 años de estricta moralina habían provocado una esquizofrenia que, como el pederasta reprimido Lewis Carroll-autor de Alicia en el País de las Maravillas, un clérigo que gustaba de tomar fotos a niñas desnudas– canalizaron su represión a través de la búsqueda de contactos con seres del más allá, algo mucho más inofensivo que, por ejemplo, la masturbación, que en tiempos de Victoria era un pasaporte al infierno.

Explorando lo desconocido

La octogenaria soberana había pasado de una juventud lozana y pispireta a las costumbres mas recatadas tras la muerte de su consorte Alberto de Sajonia, en 1861. Conforme se aproximaba el fin del reinado de Victoria, la urgencia por comunicarse con el más allá se volvió obsesión en las altas clases británicas. Pero fue un pretexto para escapar, así fuera a través de las ganas de creer, de una sociedad escandalosamente opresiva

De hecho, la proliferación de exploradores británicos por todo el mundo tenía una explicación que se ligaba con ese reinado, esto era, el hastío respecto de una sociedad donde hasta cocinar en domingo estaba prohibido. Las apariencias estaban llegando a un punto de saturación.

Decenas de exploradores del Imperio Británico conquistaron territorios en África, India, la lejana China, Medio Oriente y América en lo que parecían ser misiones peligrosas, sí, pero emocionantes. En cambio, la capital, Londres, perecía de aburrimiento al promediar 1890. Por supuesto que había diversión, juegos ilegales, prostitución y todo lo que uno quisiera pero todo a nivel subterráneo, fuera del radar victoriano.

Buena parte de los aficionados al espiritismo eran familiares de gente que se había ido de exploradora y jamás de supo de ella, así como de jóvenes soldados muertos en combate y, por supuesto, de personas interesadas en saber dónde había dejado sus riquezas el tío o el abuelo acaudalado que nunca se molestó en redactar un testamento.

Por si fuera poco, las incontables tardes lluviosas de la capital obligaban a muchos a quedarse en casa. Ese factor sirvió para que llegara, como un huracán, el espiritismo como la moda de matar el tiempo y burlar la estricta –y ya ridícula en exceso– etiqueta victoriana.

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El empoderamiento de la mujer a través de las ciencias ocultas. ¿Un preludio del feminismo?

Las «herederas» de Madame Blatavsky

Lo que desató el surgimiento de mediums espiritistas como setas fue la muerte, en 1891, de Madame Blavatsky. Y como suele ocurrir cuando una médium reconocida fallece, rápido proliferaron lo que se da en llamar «cajas», esto es, personas que aseguran mantener un contacto y, por ende, parte de esos poderes. Bien pronto a estas médiums también se les llegó a conocer como «Madames». Sin embargo y con contadísimas excepciones la mayoría de los participantes en esta fiebre espiritista victoriana eran simples charlatanes.

La Sociedad Teosófica es una organización o fraternidad internacional fundada en 1875 y relacionada con la TEOSOFÍA. Según la cofundadora y figura de referencia del movimiento, Helena Blavatsky, se trataría de «una sociedad para la búsqueda de la sabiduría divina, sabiduría oculta o espiritual».

Anna Kingsford fue una  importante medium de la época victoriana que se dedicaba al cristianismo esotérico y además estaba graduada en medicina, por lo que fue una de las primeras doctoras. Fue también una de las presidentas de la Sociedad Teosófica. A pesar de ser licenciada en medicina y abogar por los derechos de los animales, Anna Kingsford aseguraba hablar con las hadas, que podía viajar a través de tiempo y del espacio y que había tenido visiones de la creación del universo, además de que había hablado con Jesucristo.

Gracias a sus diversos intereses publicó varios libros, como ‘Clothed with the sun’, en donde toca varios temas como la muerte, el pecado y la vida, los árboles de la creación, la historia de Perséfone o los mitos griegos. Asegurando que ella había estado allí y lo había visto en visiones.

«Emponderamiento» femenino

Ser medium era una forma de «emponderamiento» femenino.

El espiritualismo victoriano también era considerado algo más de mujeres que de hombres, pues se creía que una mujer medium tenía mejor capacidad de comunicación con el más allá y era más espiritual que un hombre. Además, los espiritistas y mediums victorianos estaban más interesados que la ‘gente de a pie’ en reconocer los derechos de las mujeres, ya que fue un movimiento que se tomaba en serio a las mujeres.

En una época en la que las mujeres llevaban corsés, y eran controladas con todas esas normas rígidas y obligaciones, y por lo tanto, no tenían autoridad ni poder de ningún tipo, además de ser consideradas ciudadanas de segunda clase pues no tenían ni derecho a voto, el espiritualismo les daba poder y posición de un modo que nunca antes habían experimentado.

Por otro lado, la sociedad estaba sometida a una rígida moral basada en la represión del instinto, el pudor, los prejuicios sociales y la apariencia. Las historias de fantasmas victorianas reunían todos esos valores. El honor familiar era esencial, de modo que los miembros de la familia, sobre todo las mujeres, debían comportarse siempre como estaba establecido.

La mujer debía ser honesta y parecerlo y aspirar a hacer un “buen matrimonio”. No obstante, los matrimonios debían ser “convenientes”, es decir, entre personas de un mismo estatus y con una renta parecida, pues, de lo contrario, el prestigio y el patrimonio del grupo familiar más destacado quedaban dañados para siempre. En el supuesto de que se produjera una unión inconveniente, la familia debía guardar las apariencias para evitar los rumores, por lo que se exigía a los miembros de la misma mantener el silencio.

Curiosamente, los espiritistas estaban preocupados por la cuestión de la mujer y pidieron el reconocimiento de los derechos de las mujeres, cuando en esa época, el mundo estaba regido y gobernado por los hombres a excepción de la< reina. El espiritismo fue un movimiento feminista en cierto sentido.

Al final, la Inglaterra victoriana estableció la jornada de ocho horas, la frontera precisa entre el tajo y el tiempo de ocio; reguló el trabajo de los niños en minas y fábricas textiles; y la mujer obtuvo el derecho a la propiedad privada y al voto (en España hubo que esperar hasta 1931).

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Charles Dickens (1812-1870) fue el autor más popular de su tiempo, con novelas inolvidables pertenecientes al realismo social y especialmente destacables sus cuentos de Navidad.

Charles Dickens

Con frecuencia se piensa que el espiritismo es propio de las clases bajas y sin educación universitaria. Lo que sucedió en Gran Bretaña refuta este argumento: baste decir que uno de los principales promotores del espiritismo fue  Charles Dickens

Charles Dickens, que vivió entre 1812 y 1870, sufrió de asma durante toda su vida y buscaba el alivio en el opio, tal como indicaban los médicos de entonces. Dickens, por otro lado, si creía en que muchos de estos sucesos paranormales podían tener explicaciones psicológicas y que el camino para descubrirlas era el mesmerismo, una doctrina también conocida como del «magnetismo animal», previa al hipnotismo, que sostenía que las personas tenían la capacidad para curar a su prójimo a través de energía.

En la obra de Charles Dickens  existen más de una veintena de historias de fantasmas, muchas dentro de novelas más grandes, como Los papeles póstumos del Club Pickwick (1836-1837), Casa desolada (1852-1853) y Nicholas Nickleby (1838-1839), otras que tuvieron luz propia y que se convirtieron en clásicos, como El guardavía (1886), Para leer al anochecer (1852), La novia del ahorcado (1857), por nombrar algunos, aunque no se puede obviar Un cuento de Navidad (1843),  Sorprenden la soltura y naturalidad al hablar de los espíritus, en obras memorables como A Crishtmas Carol, donde aparecen los espíritus del pasado, del presente y del futuro para dar una lección de ética del comportamiento en sentimientos fraternos y universales.

El fantasma lo condujo a través de varias calles con las que sus pies estaban familiarizados y, a medida que avanzaban, Scrooge miraba a un lado y a otro con la esperanza de reconocerse, pronto no se vio por ningún sitio.

(Charles Dickens. Canción de Navidad)

Para entender la obsesión de Dickens por los fantasmas se debe ahondar en sus primeros años, aquella etapa de mudanzas constantes y un padre ausente, quien hundido en deudas por despilfarro terminó en la cárcel, compartiendo celda con su familia, tal como lo permitía la ley. El pequeño Charly, de vida itinerante, no recibió ningún tipo de educación hasta los nueve años y pasaba mucho tiempo con su niñera, Miss Mercy, quien al llevarlo a la cama le narraba historias de terror.

 De sumo interés es el caso de su última novela The mistery of Edwin Drood, que debía ser publicada en 12 entregas mensuales. Dickens se encontraba escribiéndola cuando murió en 1871, quedando inacabada. Un año más tarde, el joven tipógrafo norteamericano Thomas P. James, médium de escasa formación, escribió al dictado la continuación y finalización de la obra, con el estilo inconfundible de Dickens, confirmado por numerosos críticos literarios

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El sueño de Dickens, de Robert William Buss (Charles Dickens Museum. Londres)

 La manía espiritista pudo haber sido también una búsqueda rabiosa y desesperada Hay quienes se han aventurado a señalar que la moda espirista se dio debido a una especie de canalización para encubrir tocamientos sexuales durante la infancia entre los participantes, del mismo modo en que abundan los casos de «abducidos» por extraterrestres pero quienes, al escarbar un poco en su pasado, revelan momentos de abusos y caricias por parte de parientes, familiares o amigos de éstos.

La tesis tiene cierta sustancia: la mayoría de los aficionados al espiritismo tenían edades que oscilaban entre los 30 y los 50 años; cuando comienza la moralina victoriana a partir de 1863 eran niños o preadolescentes, aparte que el maltrato y el abuso durante esos años eran vistos como «correctivos» para los menores descarriados. En conexión con lo anterior, la manía espiritista pudo haber sido también una búsqueda rabiosa y desesperada de respuestas hacia aquellos progenitores que ya habían fallecido, aparentemente impunes, por ello la mayoría de las «solicitudes» de contacto se referían, con abrumadora preferencia, hacia los seres muertos recientemente.

Debido a que los avances en la ciencia fueron tan rápidos, lo natural y lo sobrenatural a menudo se volvieron borrosos en el pensamiento popular, al menos por un tiempo. La primera rama del espiritismo perpetúa la tradición de las prácticas individuales y toma la forma de pequeños grupos centrados en un medio , sin jerarquías o dogmas bien definidos.

Ahora mismo esta volviendo a suceder con el avance de las nuevas tecnologías.

Actualmente, muchos círculos espirituales informales incorporan elementos del espiritismo. Los seguidores comparten una amplia variedad de opiniones sobre la naturaleza de Dios o la reencarnación . Algunos círculos espirituales se inclinan hacia las creencias de la Nueva Era o el Neopaganismo , mientras que otros se declaran «espiritistas cristianos» y complementan su fe tradicional con experiencias espiritistas.

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FUENTES:

  • Wikipedia
  • https://cursoespirita.com/librosespiritas/

BIBLIOGRAFIA;

  •  Allán Kardec: El libro de los espíritus 

About Post Author

Maria Mercedes

Cosmopolita. Soy gnostica de raíces cristianas , mi parte pagana es mi amor incondicional a la Madre Tierra. No Teista y universalista. Anti-dogmatica por naturaleza- Políticamente humanista.

Una Respuesta a “Ocultismo en la Epoca Victoriana”

  1. Ay que ver como los ingleses modifican la historia, al menos influyen de manera que todo lo que han hecho mal es visto como influyente y perfecto. A mi personalmente me encanta la época Victoriana ( a pesar de todo), sus historias de misterio y cuentos…uno de mis libros preferidos es Jane Eyre.
    Y la época de los descubridores y aventureros ingleses que han dado tantas historias para el cine…. pero ¡cuánta gente sufrió a causa de ellos! después de los descubrimientos iban los invasores acompañados de codicia y violencia, los iniciadores de un sistema que a pesar de ser destructivo ha sido seguido por la humanidad entera y que saben quedar como si no hubiesen roto un plato.
    Para todo esto necesitaron la esclavitud que instigaron ellos, pero los barcos negreros eran portugueses y españoles y la leyenda negra española…. ¿ quien la promovió? La inquisición en Inglaterra fue terrible pero es España la que consta.
    Quien este libre de pecado que tire la primera piedra, pero¡ qué buena es la propaganda cuando se sabe manejar! Y en eso hay que reconocerles mucho arte a estos ingleses.

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